Archive for the ‘Coaching’ Category

Jardineros, escultores y sopladores de brasas…

7 octubre, 2013

Nueva imagen«Las semillas duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le ocurre la fantasía de despertar”. (‘El principito’ de A.S. Exupéry).

Al igual que una pequeña bellota ya tiene dentro todo lo que necesita para convertirse en un roble extraordinario, así cada persona viene completa de serie y con todos los recursos que le harán falta para convertirse en la mejor versión de sí misma.

No pretendo que se lo crean, ni es una verdad incontestable (¿acaso existen?), tampoco lo puedo demostrar, no es por tanto dogma de fe, ni una doctrina que hay que seguir a pies juntillas. Tan solo es una creencia potenciadora que me ayuda a ver a las personas y equipos con los que trabajo, no solamente como lo que son a día de hoy, sino como lo que podrían llegar a ser si se atrevieran a serlo. Es simple, pero funciona. La esencia de cada uno nunca se pierde, está ahí, dormida, en el fondo de nuestro ser, esperando a que despertemos. A veces, tan solo necesitamos que alguien crea, de verdad, en nosotros/as, alguien que nos vea con ‘mirada bellotera’ para comenzar a florecer.

Desde esta creencia, reconozco mi desconfianza hacia aquellas escuelas o entrenadores que consideran que pueden crear el prototipo de deportista ideal para determinado puesto o equipo. Se muestran incapaces de ver más allá de lo que quieren ver, dedicándose a etiquetar a sus jugadores, limitándoles enormemente, poniendo el foco en lo que está mal, en lo que falta, en lo que no funciona o no se adapta a su troquel y se pierden tantas cosas…  Pierden de vista la esencia de lo que ya está dentro, por no tener la actitud de curiosidad genuina para descubrir cuál es el regalo que cada uno lleva en su interior y que está esperando ser desvelado.

Así como el jardinero sabe que no necesita meter nada dentro de la bellota, tan solo plantarla en un lugar fecundo, regarla, cortar algunas ramitas, tener paciencia y dar tiempo, el trabajo del entrenador no consiste en ‘meter’ sino en ‘sacar’ lo que ya es, descubrir qué es lo que le hace a cada uno único, diferente y especial, identificar y valorar la diversidad, reconocer su esencia, potenciarla y hacerla crecer, sin pretender transformarla en otra cosa, en lo que no es. Sembrar.

Trata a un deportista como lo que es y seguirá siendo lo que es. Trátale como puede llegar a ser y se convertirá en lo que puede llegar a ser”. W.A. Goethe (adaptado).

Creo honestamente que ningún entrenador puede hacer un jugador… pero sí que puede deshacerlo. El jugador que vaya a ser ya es, ya está dentro. La labor del entrenador/Líder se parece mucho a la del escultor. Cuando al gran Miguel Ángel le preguntaban cómo era capaz de crear tan magníficas obras, él se limitaba a responder que su trabajo únicamente consistía en desvelar lo que ya estaba ahí, oculto bajo la piedra. Una vez más, al servicio.

Las habilidades y actitudes para ‘sacar’, para desvelar lo que ya está dentro, lo que ya es, son notablemente diferentes a las que se utilizan para ‘meter’. Juanma Lillo escribió que «un deportista no es un bote que hay que llenar, sino una llama que hay que encender«. Al coaching se le reconoce también como el ‘arte de soplar brasas’ (libro de Leonardo Wolk). No se me ocurre definición más adecuada para describir la responsabilidad fundamental de cualquier entrenador. Se necesitan entusiastas, inspiradores, personas que hagan creer a sus jugadores que pueden ser mejores de lo que están siendo. Necesitamos sopladores de brasas. Líderes al servicio de sus deportistas.

Su apasionante reto será despertar la semilla que está latente y deseando brotar dentro de cada uno de ellos/as. Escultores, jardineros, sopladores de brasas… cualquiera de estas imágenes vale para ilustrar la inestimable labor de alguien cuya función va mucho más allá de entrenar jugadores; se trata más bien de tener el coraje de brillar y ser luz para poder liderar a tus deportistas. De atreverte a mirar, tú también, hacia dentro, y maravillarte descubriendo qué es lo que hay en lo más profundo de tu bellota esperando despertar. Palabras mayores. ¿Te atreves?

Imanol Ibarrondo

La teoría de las «ventanas rotas»

16 septiembre, 2011

Del blog de Eduardo Martí. “En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Philip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos coches abandonados en la calle,  idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, para entonces una zona ya pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, un barrio rico y tranquilo de California.

Como era previsible, resultó que el coche abandonado en el Bronx comenzó a ser asaltado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En cambio el  abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el coche abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores decidieron romper una ventana del vehículo de Palo Alto, California. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx de Nueva York y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.

¿Por qué la ventana rota del coche abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?

No se trata de pobreza. Una ventana  rota en un coche abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo vale nada. Cada nuevo ataque que sufre el coche reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos, cada vez peores, se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y esto es algo que parece no importar a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen ‘esas pequeñas faltas’ como estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja y estas pequeñas faltas no son sancionadas, entonces comenzarán a desarrollarse faltas mayores y luego delitos cada vez más graves”. Hasta aquí el experimento.

Hace tiempo que leí esta teoría y según lo hacía, me vino a la mente el Metro de Bilbao. Llama poderosamente la atención que tras más de 15 años de funcionamiento se mantenga tan impecable como el primer día, ganando premios internacionales y siendo el orgullo de todos los bilbaínos. ¿Qué ha pasado para que no haya un solo papel tirado en el suelo, ni una sola pintada en los vagones o no exista un deterioro visible en los andenes o en los asientos? Atendiendo a esta teoría, creo que nunca se ha permitido que hubiera ‘ventanas rotas’ y cuando las ha habido se han reparado con diligencia.

Pero la reflexión profunda sobre esta teoría y su  mayor impacto se produjeron cuando la apliqué a mi propia vida. En ocasiones, veo que me sucede como a esas paredes de fábricas semi-abandonadas que tienen alguna fachada en forma de ventanal, llena de cristales cuadrados, todos rotos. Supongo que comenzó alguien rompiendo uno, como el del coche abandonado y después, aumentaron los ataques hasta no dejar uno intacto.

A veces, dejas de cumplir una pequeña promesa porque crees que no es importante (una ventanita rota) y nadie se va a dar cuenta y, a partir de ahí, te justificas para decidir tú cuáles de tus promesas y compromisos con otras personas son relevantes y cuáles no. Para cuando te das cuenta del error ya has generado un auténtico estropicio de cristales rotos. El respeto a las personas, un valor importante para mí, cae hecho pedazos. La incoherencia o la falta de reflejo entre lo que digo y lo que hago, me hace trizas.

Otras veces, no le digo algo que debería a otra persona por evitar un conflicto y abro la puerta de par en par para que siga repitiendo ese comportamiento de forma permanente, hasta que reacciono en el momento más inadecuado y de la forma más inoportuna. Todo por no haber arreglado la primera ventana rota en su momento. La valentía, otro valor del que me siento orgullosos, se va por el agujero.

Otros días, dejo de ir al gimnasio como tenía previsto, por pereza, aunque lo justifique por falta de tiempo (vidrio roto) y semanas después me doy cuenta de que tengo otra cristalera destrozada… Mi cuidado personal, estar disponible y en buenas condiciones en el futuro para mi familia… también al carajo. 

A veces, retraso las gestiones difíciles o las aplazo en la agenda por temor a que no salgan como espero y para cuando me doy cuenta, se me acumulan y me atrapan la desconfianza, la preocupación y la parálisis (otra vidriera rota). Actuando así, pongo en duda mi auténtico compromiso con el coaching y con la divulgación de esta disciplina en el mundo del deporte Todo esto, duele.

De repente, sin ser ni siquiera consciente, entran ráfagas de viento helado por todas las cristaleras rotas y se hace mucho más complicado encontrar una solución. Cada vez que rompo una ventana y no la reparo, me alejo de la persona que quiero ser, del padre en quien me quiero convertir o del profesional al que aspiro.

Romper ventanas y no arreglarlas es alejarte de poder vivir conectado a tus valores auténticos, de lo que es importante para ti o de aspirar a vivir una vida plena. Realmente, la plenitud es un acto radical. Es innegociable y exige estar muy atento y, cada vez que se rompe un cristal, ponerse manos a la obra para reponerlo de inmediato.

Cada uno de nosotros sabe cuáles son sus ventanas rotas, en la familia, con la pareja, en el trabajo, con los amigos, con un mismo, con su propósito y su desarrollo personal…, se trata de tomar consciencia de ellas y ponerse a ello.

Esta teoría de las VR tuvo un gran impacto en mí y me ayudó mucho a ser más conscientes de cuáles son mis ventanas importantes para estar pendiente de ellas.

¿Cuáles son tus ‘ventanas rotas’ que debes repara de inmediato? ¿Qué acciones te comprometes a tomar a partir de hoy para repararlas?

Imanol Ibarrondo

El coleccionista

6 octubre, 2010

Se me pusieron los pelos de punta viendo ayer algunas de las violentas entradas que salpican la trayectoria profesional de Nigel de Jong, el mediocentro holandés que agredió a Xabi Alonso en la final del Mundial. A sus todavía 25 años, ya ha fracturado tibia y peroné a dos colegas. Esas son las televisadas, supongo que coleccionará muchas más en su particular museo del terror.

Lo más doloroso es lo desmedido e innecesario de sus acciones. No pienso en mala voluntad, sino en una falta total de autocontrol. Quien actúa de esta manera, se convierte en un peligro para sus compañeros y para el fútbol.

Tampoco es normal que, quien tiene la desgracia de provocar una fractura tan grave a otro futbolista hace menos de 6 meses en un partido amistoso, no tenga la más mínima capacidad de reflexión para modificar y corregir sus comportamientos e impulsos violentos.

El fútbol no es una guerra y no hay que matar a nadie. Las frases dramáticas del estilo ‘nos jugamos la vida’, ‘hay que ganar por lo civil o por lo criminal’, ‘es un partido a vida o muerte`…,  tampoco ayudan a los jugadores a tener una perspectiva adecuada y equilibrada que facilite distinguir entre agresividad y violencia.

Creo que De Jong necesita coger distancia, adquirir otra perspectiva del juego y bajar de revoluciones para poder jugar al fútbol sin poner en grave riesgo de lesión a sus rivales y colegas.

Así parece que lo ha entendido también el seleccionador holandés, que le ha desconvocado para los próximos partidos internacionales, en una valiente decisión, sin precedentes en el fútbol mundial.

Seguramente, habrá sido difícil tomar esta medida contra alguien que ha peleado contigo y con el que has sido sub-campeón del mundo hace tan solo un par de meses, pero Holanda demuestra, con esta admirable e insólita determinación, que no vale todo para ganar. No todo está permitido. No hay atajos para ganar.

La ‘naranja mecánica’, reconocida históricamente en el fútbol por su valores de respeto al juego, a los contrarios y a las normas, no puede admitir que De Jong atente, repetidamente, contra su esencia. Después de las feroces críticas que recibió por su comportamiento violento e impropio en la final del mundial, la selección holandesa acaba de dar una lección magistral de lo que supone tomar consciencia de qué es su selección, qué es importante para ellos, cuáles son sus valores auténticos, cómo quiere que se le reconozca y actuar en consecuencia. Eso, en Coaching, lo llamamos ser coherente y tiene un enorme impacto.

El respeto a los contrarios es un valor esencial del juego y, dentro de este valor, la integridad física de los rivales está por encima de cualquier cosa. Atentar gratuita y repetidamente contra ello, es poner en riesgo la esencia del propio fútbol. No hablo de provocar una lesión en una disputa. Eso forma parte de un juego de contacto intenso y agresivo como es el fútbol. Me refiero a la imprudencia temeraria continuada.

En contraposición al jugador holandés, tenemos otro futbolista en esta Liga que también tuvo la desgracia de fracturar tibia y peroné a un colega y que, casualmente, recibió ayer el Premio MARCA Puerta-Jarque al ‘Juego Limpio’.

Gorka Iraizoz y el lesionado, Luis Filipe, han demostrado que, a pesar de que las lesiones graves pueden suceder, también son excelentes oportunidades para sacar a relucir los mejores valores personales de cada uno, dando ejemplo de lo que debe ser un comportamiento deportivo, tanto dentro como fuera del campo. Enhorabuena a ambos. 

Imanol Ibarrondo

Nacemos genios y llegamos a idiotas

29 septiembre, 2010

Al hilo de la convocatoria de huelga general de hoy, me pidió un periódico económico un artículo relacionando la situación económica y el coaching. Ésto es lo que salió. Creo que se podría aplicar también perfectamente al mundo de los formadores y entrenadores deportivos.

Últimamente, escucho a diario a Zapatero repetir con insistencia la misma palabra; competitividad. Me recuerda mucho a Caparrós. El entrenador del Athletic también tiene ese vocablo entre sus preferidos. No tengo muy claro a qué se refiere exactamente cuando habla de esto. Menciona siempre cuestiones vagas como cerrar los partidos, el ‘otro’ fútbol, aprender a perder tiempo o jugar al filo de las reglas. Creo que Zapatero no habla de lo mismo, aunque le entiendo igual de poco. Él hace referencia a la flexibilidad en el despido, nuevos modelos de contratación, reforma laboral y demás conceptos relacionados con el mercado de trabajo. Parecen tiritas para detener una hemorragia.

Lo cierto es que con lo bien que se vive aquí, con la calidad de vida y las condiciones laborales que hemos alcanzado y a las que, por supuesto, nadie está dispuesto a renunciar, parece complicado que nuestras empresas puedan ser competitivas. En el mundo globalizado en el que nos movemos, son muchos, y más que serán, los países que ofrecen los mismos productos y servicios que nosotros a mejor precio.

Si la calidad tampoco es ya un elemento diferenciador, quizá tan solo haya una variable en la que sí exista un margen importante de mejora. Que cada persona que trabaje, aumente su rendimiento por cada hora que dedique a su tarea. Es decir, que incremente su productividad.

Si, ya sé, es de perogrullo. El problema es que si a una persona no le gusta su trabajo, difícilmente se sentirá motivada para aumentar su productividad. Más bien al contrario, el absentismo, la desmotivación, las excusas, la desidia y la frustración son los ingredientes básicos de demasiadas personas en el mercado laboral actual. Conclusión; qué importante sería que cada cual se dedicara a aquello para lo que tiene talento.

Soy un convencido de que nacemos genios y llegamos a idiotas. No sé de quién es la frase, pero me encanta. Creo que cada uno de nosotros nace con un talento especial y que la gran mayoría pasamos por la vida sin descubrirlo o, lo que es peor, sin buscarlo siquiera. Nacemos con un tesoro, diferentes y únicos y nos empeñamos en convertirnos en uno más de manada, trabajando para cumplir los sueños de otros y renunciando a hacerlo por los nuestros. Lo dicho; idiotas.

Son atípicos los casos como Nadal en el deporte, al que le ponen una raqueta en la mano con 3 años y descubren a un portento del tenis. Casi nunca es tan sencillo detectar el talento (mucho menos potenciarlo y sacarle el máximo rendimiento), pero intentarlo resulta ya una tarea imprescindible.

Zapatero repite ahora con insistencia que la clave está en la Formación. Estoy de acuerdo. Dicen que el país de referencia en educación a nivel europeo es Finlandia. Aunque pudiera parecerlo, la diferencia no está en los ordenadores, ni en la utilización de las nuevas tecnologías o el número de alumnos por aula. La clave es la preparación, la formación, el compromiso y el prestigio del profesor como elemento central de una sociedad necesitada de aprender.

Si la Formación debe ser el pilar básico sobre el que asiente la transformación del modelo productivo y la competitividad de nuestra economía, quizá habría que comenzar por formar a los formadores. Si deben asumir esta hercúlea responsabilidad, necesitan disponer de las habilidades, competencias y capacidades necesarias para hacer frente a tamaño Reto.

Es habitual escuchar a los profesores de hoy quejarse sobre las enormes dificultades que tienen para desarrollar su trabajo diario; desde la abulia de los alumnos, a la falta de recursos, la burocracia, la falta de protección… Sin duda, todos ellos son argumentos de peso y ciertos… pero no son suficientes para abdicar de su responsabilidad.

Entiendo que es vital que haya ingenieros muy cualificados, así como arquitectos, investigadores, médicos y demás profesionales con una formación muy exigente, pero siendo la juventud actual el activo más importante de cualquier País, habría que depositarlo en las manos de los profesionales más competentes y capacitados que se puedan conseguir. Quizá habría que comenzar por prestigiar realmente la carrera de la docencia, revisar las capacidades mínimas necesarias para poder desempeñar con éxito esta profesión y ser mucho más exigente en la selección de los candidatos para asumir esta gran responsabilidad.

Posiblemente, para ser profesor/a, haya que tener realmente mucho talento. No puede valer cualquiera que solamente busque un trabajo fijo para toda la vida. Deberían disponer de enormes reservas de entusiasmo, fe y confianza en las posibilidades ilimitadas de sus alumnos, escondidas tras esa apariencia de pasotismo y desmotivación permanentes que reflejan muchos de ellos. Personas que no vean lo que son, sino lo que podrían ser y actúen en consecuencia. Expertos en el arte de despertar. Ese sería un buen subtítulo para los profesores.

Así se conoce también el Coaching. El arte despertar consciencias, de agitar los corazones, de poner en acción las voluntades oxidadas por la falta de uso, Sin duda, las circunstancias han cambiado. Los jóvenes son diferentes ahora (necesitaríamos un libro para explicar la transformación) y la autoridad ya no viene regalada como antaño (ni siquiera en casa). No está incluida ya en el cargo de quien imparte la formación. De hecho, salvo en el Ejército y en la Iglesia, creo que ya en ningún sector de actividad  funciona de esta manera.

Muchos echan de menos los viejos tiempos en los que el ordeno y mando constituía la única alternativa. Ese tiempo ya pasó y, guste o no, no volverá. Ya no vale con lamentarse de cómo son los jóvenes de hoy en día y cómo deberían ser. Esto es lo que hay. Ya no sirve levantar la voz o la mano para conseguir obediencia. Ahora el Liderazgo hay que ganárselo, también en el aula, y eso requiere el desarrollo de nuevas capacidades de comunicación y de relación. Necesitan aprender y aplicar otras habilidades, no para imponer, sino para poder ser ‘cómplices de una posibilidad trascendente’.

Así define George Steiner el arte de educar. Se trata de divisar y sacudir lo que todavía no es. “Si me tratas como soy así seré. Si me tratas como podría ser, es posible que llegue a serlo”.  Así podría definirse también el Coaching.

Descubrir el talento oculto tras la bruma de la apatía de cada uno de los alumnos del aula es el enorme reto al que se enfrentan ahora las nuevas generaciones de profesores. Ya no basta con impartir conocimientos, es necesario sacar a flote la esencia de cada individuo para que le sirva de brújula y pueda orientar su futuro profesional hacia aquellos campos en los que realmente sea capaz de sacar su máximo rendimiento, consiguiendo de esta forma aumentar su productividad.

Necesitan ayuda para poder hacerlo. Y su formación en habilidades propias de las disciplinas del coaching ó de la inteligencia emocional facilitaría poder afrontar este reto con posibilidades reales de éxito. En este momento, lo urgente (las tiritas) se impone a lo importante pero, sin duda, apostar de verdad por la formación de formadores, sería la mejor inversión para garantizar un futuro luminoso para todos.

Imanol Ibarrondo