Llegué a Lezama con 10 años e, inmediatamente, me colocaron de lateral derecho. Yo venía de meter goles ‘a saco’ en el colegio, en la calle y en todas partes. Por supuesto, jugaba de todo, ‘chupaba mogollón’ y quería tener siempre el balón. De lateral, me aburría mortalmente. ¡Quién quiere jugar con 10 años de lateral derecho! Jugábamos Fútbol-11 y tocaba 5 balones por partido. Se trataba de un sistema de competición absurdo que, en lugar de adaptar el fútbol a la medida del niño, obligaba a los más jóvenes a adaptarse al fútbol adulto.Dicen, con razón, los grandes de otras épocas que, al fútbol, se aprendía a jugar en la calle. Allí, el juego, la diversión, era lo más importante. Lo único importante. El fútbol no se basaba en la repetición de ejercicios analíticos con el único objetivo de mejorar aspectos técnicos, sino que, a través del juego, se mejoraba continuamente la percepción, la toma de decisiones y la ejecución de la acción técnica más adecuada. Jugando, aprendíamos a jugar, a entender el juego.
Creábamos nuestros propios juegos y reglas. Si había pocos jugadores, se jugaba sin portero y con porterías pequeñas. Si venían más, se movían hacia atrás los ‘jerseys’ o se hacían más grandes las porterías. Si había poco espacio o era insuficiente para jugar en dos porterías, se jugaba en una a gol-portero o a centros y remates. Sin saberlo, nos obligábamos continuamente a adaptarnos buscando nuevas soluciones para expresar nuestra creatividad y espontaneidad en un entorno lúdico, totalmente ajeno a las exigencias estresantes del Fútbol 11 y su reglamentación para adultos.
Por supuesto, jugábamos de todo y en todas las posiciones. Arriesgábamos haciendo cosas que no dominábamos bien, sin miedo a cometer errores y a perder el balón. Y, sobre todo, nos divertíamos mucho, porque solamente quien se divierte jugando puede ser creativo. Ni que decir tiene que no había entrenador. No era necesario.
La vigilancia excesiva, el control riguroso y la corrección permanente generan una sensación de falta de libertad y de opresión que limita la creatividad y aburre. Antes solamente había fútbol (casi), mientras que hoy, abundan por doquier el ocio, la diversión y el entretenimiento para los más jóvenes. Si no disfrutan entrenando y jugando, antes o después, desertarán del fútbol.
Andrés Iniesta, tras ser proclamando MVP de la Eurocopa, fue cuestionado sobre si, tras ese reconocimiento, aspiraba a ganar el ‘balón de oro’. Su respuesta fue concluyente: “Juego para ser feliz, no para ganar balones de oro”.
‘Jugar por jugar’. Así eran las cosas en el fútbol de los niños y así deberían seguir siendo.
Imanol Ibarrondo
PD. Reglas del fútbol callejero
1.- El partido solo se acaba cuando todos están cansados.
2.- Solo se pita falta si alguien sale llorando.
3.- No hay fuera de juego.
4.- No hay árbitro.
5.- No hay entrenador.
6.- Los dos mejores (todos saben quiénes son) nunca pueden estar en el mismo equipo.
7.- Los dos mejores ‘echan a pies’ y eligen los equipos.
8.- Si el dueño del balón se enfada, se acaba el partido.
9.- La barrera siempre estará cerca de la pelota y, el que saca la falta, tira a ‘fusilar’.
10.- Los malos se pondrán de defensa o palomeros.
11.- la ley de la botella; el que la tira va a por ella.
12.- La ley del vaso: el que la tira no hace caso.
13.- Si hay penalty en contra, el ‘bueno’ se pone de portero.
14- La portería son dos piedras o dos jerseys… y siempre habrá una más pequeña que la otra.
15.- Todos saben cuando ha sido ‘alta’ o ‘poste’ (ambos invisibles).
16.- Regla de oro: aunque se vaya 20-0, el partido se decide por ‘el que meta, gana’.
¿Se te ocurre alguna más?
Imanol Ibarrondo