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Determinator

23 octubre, 2013

Rafael Nadal (L) of Spain embraces Roger Federer of Switzerland durinHace un par de semanas, viendo la final del Open USA, pude comprobar de nuevo hasta qué punto se agranda la figura de Rafa Nadal en las situaciones más desfavorables. Donde la inmensa mayoría de los deportistas negociaría una rendición honorable con su rival, él es capaz, justo ahí, de demostrar una determinación incomparable, arriesgando, creciéndose y superando sus límites, una y otra vez, hasta convertirse en la leyenda que ya es.

¿Cómo puede hacerlo?, ¿de dónde sale esa determinación?, ¿de dónde viene ese valor para arriesgar?, ¿por qué los deportistas tienen miedo a ganar?, ¿qué es y de dónde viene la presión?, ¿unos tienen deseos de ganar y otros no?, ¿se puede aprender?, ¿y mejorar? …

Revisando el muy recomendable libro de Timothy Gallwey (El juego interior del tenis), he llegado a la conclusión de que Rafa Nadal ha descubierto el sentido auténtico de la competición, que detalla el referido autor.És muy consciente de que tanto en la victoria como en la derrota, no está en juego para nada su valía como persona. No es rehén de esa creencia tan limitante para un deportista, bajo cuya perspectiva, lo que eres, depende de tus resultados, de forma que, solamente siendo el mejor, solo ganando, crees que encontrarás el respeto y el amor que buscas.

Así, se desesperan cuando pierden… no tanto por la derrota en sí, sino por la identificación que hacen entre la derrota y su identidad. Si pierdo, no soy suficientemente bueno y no soy merecedor del reconocimiento de los demás. Demoledor. Una creencia, extendida al máximo en el deporte e instalada en nuestro disco duro desde la más tierna infancia, desde esos días en que llegabas a casa después de un partido y la primera pregunta era…. ¿qué has hecho?… Ganar ya comenzaba a ser lo más importante.

Por eso, a veces, en el momento decisivo, en el último  punto, en el partido clave, en ese penalti, en el tiro libre definitivo… se apodera de ti el miedo a ganar,porque consideras, desde esta perspectiva absolutamente inconsciente, que levas a infligir al contrario el mismo daño y dolor que la derrota te produce a ti… y te sientes culpable… y fallas. No es un pensamiento consciente, pero está ahí, y desde el fondo de tu mente, domina ese instante. No es el miedo a perder, sino el miedo a ganar lo que te bloquea en ese momento decisivo. No es la oscuridad sino la luz lo que nos paraliza.

Rafa ‘Determinator’ Nadal, en este sentido, pertenece a otra especie. No hay más que escuchar sus declaraciones tras las victorias, el respeto exquisito que muestra hacia sus rivales, los sinceros reconocimientos que les regala e, incluso, los agradecimientos que les dirige, para entender que su inquebrantable deseo de ganar viene de otro sitio.

Él entiende que ganar es, sencillamente, superar obstáculos para alcanzar un objetivo. Desde ahí, su percepción de los rivales y de la competición es la de personas que cooperan con él para ayudarle a alcanzarlo. Cuanto mejores son sus oponentes, más le ayudan. Gracias a ellos,consigue mejorar cada día, superando sus límites y convirtiéndose en el mejor jugador de tenis que podría llegar ser. Sabe que ambos se necesitan para crecer. Cooperan y compiten. «Coopiten».

Desde esta sugerente perspectiva (coopetir), Nadal no tiene miedo a ganar y no se le encoge el brazo en el momento caliente del partido. No está destrozando a nadie, ni perdiéndole el respeto, sabe que no se está poniendo en duda la valía personal de su adversario, ni la suya. Bajo esta creencia potenciadora, nadie es derrotado. Ambos competidores se benefician del esfuerzo realizado para superar la resistencia del rival. Los dos jugadores se hacen más fuertes y cada uno participa en el desarrollo y crecimiento del otro.

Visto de esta forma, Nadal le hace un favor a cada uno de su rivales esforzándose al máximo y obligándole a su vez a dar lo mejor que tenga. Eso es lo que espera él de sus rivales y, quizá por eso, se lo agradece públicamente en las grandes finales.

El objetivo es ganar, pero el secreto es no preocuparse por el resultado final, algo que realmente escapa a tu control y genera grandes dosis de ansiedad, sino en centrar toda tu energía y atención en cada punto y en cada jugada. Hacer el máximo esfuerzo para estar presente y plenamente consciente en cada acción. Ese es el auténtico reto; superar cada obstáculo, mejorar y crecer en cada jugada, en cada punto y en cada partido. La victoria es solamente el resultado natural de este proceso.

Quienes confunden su Identidad, su yo auténtico y verdadero, con las victorias, resultados, logros o habilidades, ignoran el increíble e inconmensurable valor de cada ser humano. Quienes compiten solamente impulsados por esta creencia están poseídos por una afán de triunfo desmedido que eclipsa todo lo demás. Su discurso es repetitivo y reconocible;soy un ganador nato, ganar es lo único importante, la historia no recuerda los perdedores…. La tragedia para estas personas es que, aunque en ocasiones alcancen el efímero éxito de la victoria, no encontrarán ahí la plenitud, la serenidad, el respeto y el amor que buscan desesperadamente.

Ellos persiguen la Gloria, pero la Gloria no se busca, se encuentra, transitando por un sendero sin atajos, un camino reservado para aquellos valientes que se atreven a conectar con su mejor versión e inspiran a  los demás con su ejemplo, dejando una huella indeleble en el recuerdo y en los corazones de las personas que les admiramos por su coraje.

Sin duda, el coaching es una potente herramienta y una apasionante disciplina al servicio de los deportistas y entrenadores para conectar con el sentido verdadero de la competición, para despertar a su ‘Determinator’ y para comenzar a descubrir su verdadera identidad, de manera que, nunca más, ganar o perder un partido, ponga en duda su incalculable valor como persona, porque eso es, sencillamente, Tierra Sagrada.

Imanol Ibarrondo

«¡Queremos a Pou, ni Pep ni Mou!»

31 enero, 2012

Hace siete meses asistí en Anduva a un triste desenlace, tanto para Juan Carlos Pouso Lejonagoitia como para todo el Mirandés. Era un partido histórico para el ascenso a Segunda División. Tras lograr un esperanzador 0-1 en Guadalajara, ganaban también 1-0 al descanso. En la segunda parte empataron los alcarreños y, a un puñado de minutos para el final, un jugador local quedó tendido en el suelo tras una disputa. El balón salió de banda y él no sabía qué hacer: levantarse o no. Lo normal, lo habitual, lo comprensible, habría sido que se quedara ahí haciendo el paripé y robando unos segundos a un final que pintaba angustioso, pero era consciente de que esa actitud iba en contra de uno de los valores innegociables de su equipo y de su entrenador: el respeto. Tenía un conflicto.

La situación era confusa. El árbitro mirando de reojo, sin parar el juego pero sin ordenar el saque de banda… el masajista preparado para saltar al campo… algunos futbolistas del Mirandés que abandonan sus posiciones y se acercan para interesarse… el jugador que, en ese momento, resuelve sus dudas y decide levantarse… el árbitro que ordena sacar de banda… el contrario que lo hace a la espalda de una defensa descolocada…. penalti… gol… acaba el partido… final del sueño… desolación en Anduva.

Conversando con Pouso tras aquel inesperado desenlace, no escuché ningún comentario del tipo «hemos sido unos pardillos», «no hemos sabido competir», «nos ha faltado oficio», «no sabemos jugar al otro fútbol» y demás excusas pueriles para justificar el azar del juego. No me sorprendió.

Al contrario. Él insiste. El miércoles pasado volví de nuevo a Anduva y pude presenciar cómo, en el descuento y ya con el 2-1 a favor, antes de que el Espanyol colgara al área la última falta del partido, alguien lanzó un balón al campo, a unos 20 metros del banquillo local. De inmediato, Carlos salió corriendo al césped, se disculpó con el jugador catalán más próximo, recogió la pelota y, sin perder un segundo, volvió a toda velocidad a su sitio pidiendo calma al público. En ese momento, me sentí muy orgulloso de ser su amigo, de su coherencia y de su valentía para vivir tan conectado a los valores auténticos del juego.

Así actúa Carlos Pouso y así se comportan sus equipos: respetuosos, nobles, intensos, humildes, valientes y muy conectados al juego, sin dar un respiro al rival, hasta el punto de dominar y eliminar con solvencia a tres rivales de Primera División, levantando la admiración y el reconocimiento de todo el planeta fútbol, no solo por sus victorias, sino por la manera de alcanzarlas. Carlos Pouso, como todos, quiere ganar, pero se diferencia de muchos en que renuncia a coger atajos para hacerlo.

Si tuviera que elegir una virtud suya, destacaría su liderazgo inspirador, entendido en su forma más genuina y auténtica. Su gran capacidad para seducir, su disposición para ayudar, para escuchar, para querer a sus jugadores, para creer en ellos, para identificar y satisfacer sus necesidades (que no sus deseos), para exigirles al máximo y hacerles crecer hasta superar sus límites. Su humildad para hacer sentir importante a todo aquel que trabaja junto a él, su obsesión por mejorar a cada jugador que pasa por sus manos, su identificación total con cada club en el que trabaja… En definitiva, su gran generosidad para estar al servicio de los demás, hace que todos le quieran, que crean en él y que le sigan hasta el final. Parece la mejor versión del flautista de Anduvin, si se me permite la expresión.

Ejerce su liderazgo con tanto arte, lo hace con tanta naturalidad y sencillez, que quienes trabajan en un club bajo su ámbito de influencia deciden voluntariamente comprometerse con él al 100%. Él sabe bien que puede obligar a alguien a obedecer, pero no a comprometerse. Es un generador de ilusión y confianza. Con su coherencia, ejemplo y exquisita sensibilidad (por ejemplo, acordándose de los que ya no están en el momento del éxito) y, por supuesto, su conocimiento profundo y apasionado del fútbol y de los futbolistas, consigue que sus seguidores le ofrezcan con gusto el mejor regalo que cada uno de ellos puede hacer: su compromiso incondicional con una idea grande de juego y con unos valores compartidos para llevarla adelante.

Conversador infatigable, ingenioso y muy divertido, experto en crear y cuidar relaciones de alta calidad, con una lealtad a prueba de bombas y tan exigente en el cumplimiento de las tareas como exquisito en el respeto a las personas, entiende el ejercicio de su profesión como un privilegio del que disfruta intensamente y desea compartirlo. En una de las muchas entrevistas que ha atendido últimamente ofrecía esta respuesta: «Mi mayor felicidad es poder hacer felices a los demás… aunque solo sea un poco». Quizá también, por cosas así, hoy vuelva a escucharse este grito de guerra en Anduva: Queremos a Pou. Ni Pep ni Mou. Carlos Pouso, un grande, perdido en el fútbol pequeño.

Ahora que, por fin, el endogámico mundo del fútbol de alta competición, como pomposamente les gusta diferenciarse a algunos (cuando la realidad es que el fútbol y los futbolistas son exactamente iguales en todas las categorías), ha descubierto a este entrenador de primer nivel, se escuchan opiniones sobre las virtudes que adornan al técnico de moda (sé que le molesta, pero es lo que toca… ¡y ya era hora!).

Hay algún comentario que me ha llamado la atención y que merece una reflexión: «Su mayor virtud es que ficha jugadores comprometidos», dijo de él un colega. De tal afirmación podría deducirse que el compromiso y la implicación de las personas vienen de serie. Qué bueno y qué fácil sería eso. ¿Se imaginan que, en sus entrevistas de trabajo, les preguntasen: ‘Es usted comprometido?’ o ‘¿Llegará usted motivado de casa todos los días?’. Sí, claro, por supuesto.

Desgraciadamente, no funciona así. Quizá ahí radique, precisamente, el talento diferencial de un gran entrenador. De hecho, quien consigue este nivel de conexión y compromiso de sus jugadores adquiere el rango y la responsabilidad de ser el líder del grupo. Son los demás quienes le identifican como tal, porque esa distinción no viene con el cargo de entrenador y, para hacerse merecedor de semejante reconocimiento, hace falta mucho coraje y humildad verdadera, así como una vocación de servicio ejemplar.

Carlos tiene de todo eso. Le conozco desde antes de que fuera entrenador… Corrijo, entrenador ha sido siempre.

Imanol Ibarrondo

Nota: post publicado como artículo en el periódico DEIA de fecha 31 de enero de 2012

Mucho más que fútbol

6 noviembre, 2011

Durante todo el domingo pasado tuve la intuición (esa sabiduría interna que todos tenemos y a la que hacemos tan poco caso) de que el partido contra el Barsa sería memorable, una experiencia sublime para compartir con todos los amantes del Athletic. Acudí a San Mames convencido de ello, pero la actitud de los jugadores superó incluso mis mejores expectativas. Hacía muchos años que no me sentía tan íntimamente identificado con mi equipo. Fue una intensa sensación de conexión profunda con todo aquello de lo que estoy orgulloso y forma parte de mí (de nosotros), de nuestra esencia, de lo que realmente somos, mucho más allá del resultado del partido… y del fútbol.

Volviendo a casa tras el partido, bajo el diluvio universal y con varias carreteras cortadas al tráfico, tuve tiempo suficiente para reflexionar sobre lo que había sentido en San Mames. Descubrir de nuevo a nuestros futbolistas compitiendo contra el mejor equipo del mundo y posiblemente de la historia, con tamaña determinación, intensidad, valentía y nobleza, con tanta fe, resultó muy inspirador. Conectar de nuevo con la grandeza, con ir a ganar siempre y contra cualquier rival, con no rendirse nunca, con recuperar el respeto, el coraje y la ambición que son tan nuestros, fue para mí un auténtico regalo.

Concluí que, si ellos (los jugadores), que son de los míos, son como yo y compartimos los mismos valores, eran capaces de comportarse de esta manera contra un rival de la máxima dificultad, yo también podía hacerlo. Al día siguiente, facilitaba una jornada de formación de coaching deportivo en el COE para seleccionadores nacionales y directores técnicos (un reto también de máximo nivel) y les puedo garantizar que revivir todas las sensaciones que me transmitió el equipo la noche anterior, me ayudó a conectar con la energía necesaria para disfrutar de un gran día.

Quizá sea esto lo más importante que nos puede dar nuestro Club, el mayor regalo que puede hacernos, mucho más allá de las emociones pasajeras de las victorias. El Athletic que está surgiendo ahora, puede convertirse en un referente de comportamiento, en un modelo de conducta y en una referencia para ayudarnos a reconocer, identificar y conectar con aquellos valores que nos definen y de los que estamos tan orgullosos.

La fuerza, el coraje, la ambición y la convicción que demuestran los jugadores en el campo, conectados permanentemente a la esencia del juego, a lo que es realmente importante y tan alejados ya de los engaños, simulaciones, protestas sistemáticas, pérdidas de tiempo exageradas, interrupciones deliberadas del juego… y demás actitudes tramposas que se nos vendían como imprescindibles para ‘ser competitivos (¡qué gran mentira!), pueden ser el faro que ilumine el camino de retorno hacia nuestra Identidad, hacia lo que es innegociable para nosotros, algo que está muy por encima de la interpretación puntual del juego que pudiera proponer uno u otro entrenador.

La gestión por valores (mucho más allá de la gestión de la cuenta de resultados) que proponen Josu Urrutia y su Junta Directiva y que fue el pilar fundamental de su campaña electoral, dispone ahora de la rampa de lanzamiento idónea para su puesta en marcha, tanto por la evolución positiva en los resultados del equipo como, sobre todo, por la actitud ejemplar de los futbolistas comprometidos hasta las cachas en el proceso de convertirse en la mejor versión de sí mismos y del  equipo que puedan llegar a ser.

El carácter que están reflejando en el campo, lo que están haciendo (lo que haces  define lo que eres) constituye una oportunidad de oro para que todas las personas que componen el Athletic, puedan también alinear sus comportamientos con aquello que decimos que es importante. Hablamos de vivir conectados, mediante acciones concretas, a aquellos valores históricos, tan nuestros, y que ahora empiezan a percibirse  con claridad, como si fueran la brújula que diseña el presente y, sobre todo, definirá nuestro futuro.

Ahora, en estos tiempos turbulentos e inciertos, es cuando podemos aferrarnos con más determinación que nunca a lo que somos, porque estar conectados a esto nos ayudará a salir adelante, más fuertes que antes… y no solo en el fútbol. Es un momento excelente para convertir al Athletic en un faro, en una luz y en un referente que ilumine el camino.

Aprovecho aquí para reafirmar la apuesta que hice el pasado 7 de julio en estas mismas páginas. Lo que estoy viendo me ilusiona hasta el punto de que tengo una fe inquebrantable en que este equipo volverá a ser campeón. Ya saben, la fuerza de creer para crear. De momento y, hasta que eso suceda, nos queda disfrutar de esta transformación porque ahora, a diferencia de antes, creo que hemos aprendido que se puede disfrutar del proceso sin tener que esperar a ver si al final del camino hay premio o castigo. Ahora, todos, estamos deseando que llegue ya el próximo partido del Athletic para sentir el orgullo de ver a nuestro equipo comportarse con grandeza, en casa, fuera y ante cualquier rival, y volver a conectar con lo mejor que tenemos. Con lo que somos. ¡Aupa Athletic!

Imanol Ibarrondo

Nota: post publicado como artículo en el periódico DEIA

Athletic 1.0

3 octubre, 2011

Se dice que el único lugar en el que el éxito aparece antes que el trabajo es en el diccionario. Conozco muchas personas que trabajan mucho sin gran éxito, pero todas las que tienen éxito, trabajan mucho. Así es que, de momento, el primer ingrediente de la ecuación parece garantizado. En los dos meses que Bielsa lleva en el Athletic, la cualidad más destacada por todos los que siguen el día a día del equipo, incluidos los propios jugadores, es su enorme capacidad de trabajo. Sin duda, para rediseñar completamente el sistema operativo interno de este equipo, el argentino necesitará echar mano de sus mejores talentos. El Reto al que se enfrenta es más que una evolución, más bien, una revolución.

El Sistema Operativo Interno (SOY si me permiten la trampita) es precisamente eso; lo que soy, en este caso, lo que este equipo es, y va mucho más allá de una mera cuestión estética o de estilo. El asunto no está en debatir sobre si hay que pegarla p’arriba o aumentar la posesión. El estilo se adaptará a las muchas posibilidades que ofrecen los futbolistas pero, aun siendo esto importante, es secundario. En mi opinión, se trata de un cambio mucho más profundo, de mentalidad e incluso de espíritu, me atrevería a asegurar.

El SOY del Athletic, como cualquier sistema operativo, es el complicado conjunto de procesos internos que define lo que se ve en la pantalla, o lo que se ve en el campo si hablamos de fútbol. El SOY es como si fuera un enorme iceberg del que solamente pudiéramos ver la punta, en este caso, el juego sobre el césped, pero que por debajo tiene un montón de capas que determinan, limitan o potencian ese comportamiento observable. En el fondo, en la base de este iceberg, están la esencia y los valores auténticos del Athletic, aquello que realmente somos, que nos define y que los aficionados queremos recuperar y vivir intensamente cada domingo. Ahí se esconden el atrevimiento, la honestidad, la ambición, el respeto, la nobleza y el compromiso con una identidad.

Es en las capas intermedias del iceberg donde se encuentra el meollo de este asunto. Ahí es donde aparecen las interferencias que todavía desenfocan la visión. Persisten algunas creencias de equipo pequeño (ideas inconscientes que damos por ciertas y que nos limitan), pensamientos negativos («igual no somos capaces de jugar así») o ciertas emociones tóxicas como la ansiedad, el miedo o la desconfianza que dificultan alcanzar el máximo rendimiento. Es precisamente ahí donde se debe generar el auténtico cambio invisible que facilite el alineamiento entre lo que se ve y lo que se es. Ente la punta y el fondo del iceberg.

Tras 60 días de intenso trabajo, parece que ya está disponible la versión Athletic 1.0 de Bielsa. Obviamente, no incorpora todavía todas las aplicaciones ni se ha completado el proceso de control y revisión de errores, pero ya está en juego y tiene muy buena pinta. En esta versión aparece un equipo dinámico, intenso, dominador, moderno y ambicioso. Posiblemente, habrá todavía toboganes en el rendimiento, hay desajustes, falta de continuidad en el juego y algunos errores de precisión en ambas áreas, pero el tiempo favorece al Athletic y la transformación parece imparable.

Si Fernando Amorebieta está siendo capaz de rediseñar su SOY y tras varias temporadas estancado en su rendimiento, se presenta ahora como un central sobrio, seguro, comprometido con la idea de tener el balón, contenido en las entradas, agresivo y centrado en el juego, o si por primera vez en muchos años vemos al Athletic cerrar un partido manejando la pelota, en campo contrario, controlando el juego, el tiempo y al rival…; si esto es posible, ¿qué no lo será? Toca creer. De verdad. Se trata de creer para ver y no al revés.

Esta noche vuelve el Athletic a San Mamés. Se pide paciencia desde muchos ámbitos, pero no parece que abunde por aquí. Hubo pitos contra el Rayo Vallecano y era el debut. Así están las cosas. Paciencia no significa aguantar como sea, de mala manera y con la escopeta cargada a la búsqueda del error, sino esperar con la actitud adecuada de confianza, perseverancia y apoyo. La apuesta lo merece. Eso es paciencia; el resto, tan solo disimulo.

Imanol Ibarrondo

Nota: post publicado como artículo en el periódico Deia de fecha 18 de septiembre de 2011

El cambio necesario

19 agosto, 2011

La transformación será todo un Reto. No será tarea fácil para Bielsa & Cía. Cambiar hábitos, también en el fútbol, es un proceso arduo y complicado que requiere el diseño de una Visión poderosa, inspiradora y compartida del equipo en que te quieres convertir, mucha voluntad, determinación, conversaciones potentes, trabajo y tiempo.

Según algunos expertos, todo proceso de desarrollo de un equipo de alto rendimiento pasa necesariamente por cuatro fases. Intuyo que estamos ya en la segunda, coloquialmente se suele llamar adaptación pero realmente es la de conflicto, en la que todo se pone en duda; los métodos, las formas, los entrenamientos, las decisiones, los conceptos, los sistemas, las normas, las jerarquías, el estilo y hasta los liderazgos internos están en cuestión. Todo se compara y se juzga.

En esta fase, se rivaliza por ocupar posiciones de privilegio en el nuevo escenario y se priorizan objetivos individuales sobre los colectivos, se producen cambios de roles y hay que desarrollar nuevas conexiones, generar nuevas relaciones… pero no hay atajos. Es una fase natural, ya que no es posible generar crecimiento sin conflicto, pues las dificultades son inherentes al propio desarrollo de un equipo. Mientras todo esto sucede, comienza la competición oficial.

Lo dicho, no será fácil. Metafóricamente hablando, es como si el Athletic estuviera ahora colocado entre dos imanes que le atrajesen poderosamente. Por una parte, está muy cerca todavía del imán al que ha estado pegado las últimas temporadas y que le aporta seguridad y confianza. Es terreno conocido y se encontraba cómodo ahí. Sabía que podría jugar mejor, ser más valiente, más atrevido, más dominador de los partidos, pero no le ha ido mal haciéndolo así y esa sensación de confort está todavía muy próxima ejerciendo un poderoso influjo.

Por otro lado, el gran esfuerzo que exige despegarse de este primer imán, requiere tener otro que le atraiga también con fuerza hacia adelante para evitar la tentación de renunciar a su necesaria transformación, superando así los momentos de duda, desconcierto y desconfianza que han de venir. Quizá tomar consciencia del equipo en que se van a convertir, del estilo que pueden crear para los que vendrán después, de la referencia de trabajo, sacrificio y valentía que podrán ser para todos, o de la conexión, el orgullo y reconocimiento que conseguirán de San Mamés, podrían ser algunas posibilidades a visualizar para diseñar un poderoso imán al que merezca la pena acercarse con determinación, alegría y confianza.

Ahora, poco a poco, como un niño que da sus primeros pasos, comenzará a descubrir otro mundo lleno de nuevas posibilidades futbolísticas… pero, de momento, sigue siendo territorio desconocido. El movimiento, el cambio genera incertidumbre, miedo, inseguridad, ansiedad, desconfianza y demás emociones que habrá que afrontar y superar para consolidar una mutación imprescindible que permita a este equipo alcanzar su máximo potencial.

Hoy estaremos todos pendientes de él en San Mamés, vigilando sus primeros pasos, animando cuando tropiece, ilusionados, expectantes y teniendo fe en que el esfuerzo merecerá la pena. Asistimos al nacimiento de una apuesta valiente y decidida por recuperar la identidad de un equipo mandón, atrevido, noble, honesto y respetuoso. Lo que somos. Lo que siempre hemos sido.

Una apuesta que exige un compromiso total por parte de todos los jugadores con una idea de equipo grande, que merece y necesita disponer del apoyo incondicional y del reconocimiento (por el gran esfuerzo que exige este cambio) de una afición entregada a un grupo joven, talentoso, generoso y hambriento, que puede aprovechar esta excelente oportunidad que se le presenta para crecer y mejorar hasta romper sus propios límites y descubrir de qué es capaz. Hoy será sin duda el inicio de una transformación emocionante.

Imanol Ibarrondo

Nota: post publicado como artículo en el periódico DEIA de fecha 18 de agosto de 2011

Jugador de pequeña…

24 enero, 2011

Esta semana, echando un mus y después de unas cuantas manos lamentables, mi compañero me soltó juegas menos que el Athletic. Como seguían sin entrar cartas, me entretuve haciéndome la absurda pregunta de qué tipo de muslari sería el Athletic actual.

Pensé que, a estas alturas de la partida y de la temporada queda claro que, salvo contadas excepciones, pasaría de jugar a grande y a lo grande. Pares no pillaría casi nunca o, como mucho, juntaría un par de pases (perdón, de pares) y, como no sea de mano, prohibido arriesgar intentando jugársela con unas medias (perdón, con los medios). Ni pensar en un buen solomillo y de juego, lo dicho, poca cosa. Treinta y una de postre cada muchas manos o jugadas de poco fuste. No le gusta que los contrarios lleven juego porque cree que se maneja bien cuando no se juega. Prefiere jugar al punto.

Si hay oportunidad de hacer descartes y redefinir la estrategia de la partida, el Athletic prefiere quedarse con as/cuatro y asegurar la pequeña. Jugar de farol y a engañar, pero sin cartas. A perder tiempo descaradamente, a ralentizar, a esperar no se sabe muy bien a qué y a desconectarse del juego. Contra equipos más flojos, justito, pero alcanza, porque San Mamés pesa mucho y los contrarios se comen los faroles pero, cada vez que toca jugar contra uno bueno, o fuera de casa, casi nunca tenemos opción.

Se llevan todo; mayor, pares y juego… y nos regalan la pequeña. Hay que reconocer que, últimamente, jugando a pequeña, el Athletic es el mejor. Siempre nos llevamos esa piedra. La lástima es que, como cualquier muslari sabe, jugador de chica, perdedor de mus. Aquí, en Euskadi, deberíamos tener eso claro, que por algo inventamos el juego.

Como en esencia el equipo es valiente, correoso, sacrificado y no se rinde con facilidad, es difícil que no llegue vivo al final de cada partida (perdón, de cada partido) y, entonces, cuando la cosa pinta mal, se la juega con órdagos desesperados, con efervescentes ataques finales plenos de emoción y poco fundamento. Lo que se dice engordar para morir, aunque alguna vez suene la flauta.

A veces, también utilizamos la estrategia como si fuera una media de ases, que nos sirve para llevarnos la chica y así también robamos los pares. De hecho, en ocasiones, si ninguno juega (perdón, lleva juego) levantamos también la piedra del punto o los tres puntos y nos llega con este poco para ganar la mano pero, en general, seguimos comportándonos como jugadores de pequeña.

No sé ustedes, pero yo hace tiempo que no recuerdo un Athletic desatado, pegando a todo, dominando y mandando en cada mano, con alegría, arriesgando en los descartes, divirtiéndose y ganando amarrekos de cinco en cinco. Sí, ya sé que hoy en día está todo muy igualado en el mus y que todos los contrarios son buenos, están preparados y es difícil ganar las partidas (perdón, los partidos) pero, digo yo que también se puede probar a jugar a la piedra, pero a todas, no solo a pequeña, también a mayor, a pares y, sobre todo, a juego, porque cartas para jugar, tenemos de sobra. Solamente nos falta creer que es posible.

Reconozco en el entrenador a una persona apasionada por el fútbol y con los conocimientos, capacidades y trayectoria suficiente como para ser considerado uno de los profesionales más reconocidos de la Liga. Tengo claro que sus resultados en la alta competición avalan y justifican su forma de entender el juego. Entiendo que considere que no necesita cambiar nada para seguir teniendo un sitio reservado en la élite del fútbol, pero creo sinceramente que está dejando escapar una excelente oportunidad para crecer dos palmos como entrenador con su experiencia en el conjunto rojiblanco.

Después de casi cuatro años viviendo en Bilbao, estoy seguro que algunos de los valores más auténticos de este club, como la nobleza y el respeto, deben estar ya calando, de alguna manera, en lo más profundo de su ser. Atreverse a vivirlos intensamente podría ayudarle, sin duda, a crecer y a progresar más todavía como líder de grupos o, lo que es lo mismo, como entrenador. A confiar en que es posible creer en algo más grande y más ilusionante que los tres puntos de cada domingo. Creer para crear, quizá sea algo tan sencillo como esto. Todavía le quedan cinco meses para hacerse grande en el Athletic y llevarse algo realmente bueno de aquí… además del mus.

Imanol Ibarrondo

Nota: post publicado como artículo en el periódico DEIA de fecha 24 de enero de 2011

Energizol

11 diciembre, 2010

Escucho decepcionado por la radio la detención de Marta Dominguez y las implicaciones de la operación Galgo. Los expertos analizan los motivos que puedan explicar cómo una atleta de élite puede tirar por el desagüe toda su carrera, su imagen pública, su prestigio e incluso su futuro en el deporte que ama y al que ha dedicado toda su vida.

Aducen que en esta sociedad, también en el deporte, se  busca el éxito fácil, el triunfo sin esfuerzo, inmediato y se valora únicamente al ganador. Tomamos café express, sopa instantánea, tenemos Google, Internet, Facebook, todo rápido y al instante. Lo queremos todo ya.

Aunque el público en general lo desconozca, los deportistas viven ansiosos, angustiados, presionados y, en general, disfrutan muy poco de su privilegio. Así son las cosas. La mayoría considera que solamente vale ganar. Incluso de cualquier manera. Discursos como ‘ganar es lo único que importa’ confunden y no son toda la verdad. Ganar es importante, sin duda, pero hay mucho más.  De hecho, me atrevo a decir que, en la victoria, realmente, no hay nada.

Lo único auténtico que te queda después de ganar, cuando acaban las celebraciones, el baño de multitudes, el dinero y el reconocimiento público, es la persona en la que te has convertido para hacerte merecedor de esa victoria. Eso es lo que hay. Descubrir cómo has crecido, cómo has mejorado, qué has aprendido y qué nuevas habilidades o capacidades has sido capaz de desarrollar y de integrar en ti. Ese es el único y verdadero éxito. Ser capaz de ser mejor cada día o en cada competición hasta convertirte en el mejor deportista que puedas llegar a ser.

Disfrutar de la íntima y genuina satisfacción de saber que has sido capaz de superar todos los obstáculos y dificultades, de no haberte rendido, de perseverar, de mantener la ilusión ante la diversidad, de superar la presión, de cuidar tus emociones y tus pensamientos, en definitiva, de crecer. Eso es ganar y, para eso, no es imprescindible quedar primero. No te llevarás la gloria pero sin duda, habrás ganado.

Para conseguirlo, es imprescindible vivir conectado a tus valores auténticos y a los de tu deporte, a tu esencia, a lo que realmente eres y te hace sentir pleno. Definir también una Visión y un propósito que sirvan de brújula y faro para tu carrera. Descubrir quién eres y qué es lo que realmente quieres te dará la energía, la vitalidad y la ilusión que necesitas para sacrificarte, esforzarte y perseverar hasta estar en condiciones de alcanzar tu sueño. Y, si no lo alcanzas, podrás mirar para atrás y ver dónde estabas y hasta dónde has llegado antes de seguir hacia adelante con una sonrisa iluminando tu espíritu. En Incoade, a esa energía la llamamos energizol. No viene de fuera ni es sintética. El depósito está en el interior de cada uno. Tan solo hay que mirar hacia dentro para descubrirlo El energizol es gratis, inagotable, está siempre disponible y, aunque los síntomas sean de alegría, vitalidad, fuerza y coraje… no da positivo. 

Imanol Ibarrondo

Diseñando jugadores

30 noviembre, 2010

Comparto con vosotros una referencia sobre la relación entre los videojuegos y el Deporte que he encontrado en el facebook de ‘entrenadores‘. Me ha llamado poderosamente la atención porque durante 10 años he trabajado en el sector del ocio digital (videojuegos) y, ciertamente, teníamos claro en el diseño previo de los juegos, cuáles eran los factores que marcaban la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Buscábamos permanentemente estrategias emocionales que nos ayudaran, tal y como indica el artículo, a motivar a los jugadores para que no abandonaran, para que perseverasen en superar pantallas y niveles hasta llegar al final del juego. En principio, básicamente, lo mismo que busca un entrenador con sus pupilos

Tom Chatfield, en su libro “Siete formas en que los videojuegos premian el cerebro” define 7 cuestiones que podemos aprender de los videojuegos para aplicar en otros ámbitos. Adaptándolo al deporte, comento tres de ellos que también nosotros teníamos muy presentes en el negocio del videojuego.

El primero, que utilizábamos siempre, era una sencilla barra de progreso. La simple idea de mostrar, de evidenciar, cómo evolucionan aspectos de su propio juego que están en constante desarrollo, resulta algo muy motivador, tanto para el usuario de un videojuego como pudiera serlo para un deportista.

Cómo sería, en el fútbol, poder informar a cada uno de nuestros jugadores de sus progresos individuales mediante el análisis de algunos comportamientos (no muchos) y no necesariamente asociados al partido o al resultado del mismo, sino a la mejora y al crecimiento personal de cada persona. Seleccionar un determinado número de acciones relacionadas con aspectos técnicos, tácticos, emocionales y de valores humanos y, partiendo de una situación inicial, que cada jugador pudiera comprobar, con la ayuda del técnico, cómo avanza, mejora y crece. Sin duda, sería un gran regalo y muy motivador.

Otro elemento que teníamos siempre presente en el diseño de los videojuegos era la importancia de dar feedback, en cuanto a información que ayude a resolver problemas. Es importante que el usuario tenga acceso a pistas o recursos para superar sus dificultades en cualquier momento del juego. Tener siempre disponible una ayuda inmediata. Si no pueden asociarse las consecuencias a acciones concretas, resulta complicado aprender. Al contrario, el aprendizaje que proporciona el feedback inmediato, después de cualquier error, es un poderoso elemento motivacional. Donde pongo el foco, pongo la energía, pongo mi emoción y voy yo. Enfocarse en la tarea y en la posible solución, en lugar de hacerlo en la crítica personal o en el problema.

Por último, premiar el esfuerzo, incluso el más mínimo, aunque sea con un premio igualmente mínimo. En el Deporte, sería tan sencillo como una sonrisa, tal vez un guiño, un pulgar hacia arriba, una palmada en el hombro… La importancia capital de potenciar, creer, respaldar, reconocer y reforzar como elementos imprescindibles para perseverar y volver a intentarlo una y otra vez.

Por cierto, viendo ayer el memorable partido del Barcelona parecía que todos los jugadores culés eran de videojuego. El diseñador es, sin duda, un mago capaz de hacer que la realidad supere incluso a la ficción.

Imanol Ibarrondo

Corazón de León

28 noviembre, 2010

Excesivas facilidades. Está barato golear al Athletic. El equipo, según su entrenador, casi cuatro años después de su llegada, sigue siendo blando. No parece que sea cuestión de defender con más gente, ni más atrás o al pelotazo. Tiene más que ver con la actitud, sobre todo, de los defensas. Es cierto que defiende todo el equipo, pero los últimos bastiones deben ser expertos en el arte de defender, contagiando a los demás.

Hoy en día, para ser un defensa de élite, sin duda, es importante maniobrar bien con el balón, participar en la salida limpia de la pelota desde atrás, dar apoyos y ofrecerse para descargar el juego… pero hay algo que resulta sencillamente imprescindible; defender. Esa debe ser la mayor virtud de un defensa.

Existe un concepto en fútbol que define a los grandes defensores. Se llama rigor defensivo y está íntimamente relacionado con la actitud. Con querer defender, saber cómo se hace y disfrutar haciéndolo. Significa aplicarse en cada acción defensiva hasta las últimas consecuencias. Se trata de no permitir un centro desde la banda sin echar el resto para evitarlo, de no conceder un pase fácil, ni dejar girarse a un delantero con comodidad. De no regalar una falta en lugares peligrosos y no hablemos de un penalti. De no perder nunca de vista el balón, ni darse la vuelta atemorizado ante un pelotazo. Al contrario, de lanzarse en ‘sarras’ a tapar cualquier disparo. De no conceder un remate sin oposición, ni perder una disputa sin pelea. En definitiva, de no regalar ni el aire que respira al delantero. Defender como un León.

Ser un gran defensa exige, además de excelentes cualidades físicas, un nivel de determinación y concentración en el juego que no está al alcance de cualquiera. Mientras que la primera vive en el corazón, la segunda reside en la cabeza. Cuando se juntan las dos cosas, el defensa parece un imán al que llegan todos los balones. Estando así en el campo, el fútbol es más fácil generándose una sensación de fluidez, como si todo lo que sucediese en el césped estuviese bajo tu control. Esos días, jugar es un placer. Estás tan absorto en el juego que casi puedes anticipar lo que va  pasar en cada momento.

Ese es básicamente el efecto de la concentración. Es como un ‘potenciador de la percepción’, que hace que parezcas más rápido, más fuerte e, incluso, te ayuda a tapar tus carencias técnicas ya que, estar concentrado, te permite anticipar la jugada, lo que te da un ‘bonus’ de tiempo para decidir la acción técnica más adecuada y ejecutarla convenientemente. Concentrado, eres mucho mejor jugador. Algunas veces, pocas, yo me sentía así.

Los demás días,  mi mente, en lugar de centrarse en el juego y ayudarme a mantener la tensión y la concentración necesarias como era su obligación, se distraía dedicándose a boicotearme descaradamente. Me decía cosas como; “seguro que fallas”, “vaya día que tienes”, “fijo que se te va”… y demás lindezas o, sencillamente, se ponía a pensar en otras cosas. Todo esto me hacía perder confianza y seguridad, me sacaba del partido y, en ocasiones, me llevaba al bloqueo y a la inacción, por miedo a que se cumplieran las negativas previsiones de mi caprichosa mente

Lo cierto es que, aunque la táctica desempeña una función esencial en el fútbol, finalmente, todo se reduce a un ‘uno contra uno’, en el que tú te la juegas con tu contrario. En el remate, en la entrada, en la disputa, en el regate, en la anticipación, en el marcaje o en la estrategia, conseguir que tu mente esté al 100% de tu parte es vital para ganar ese metro, o esa décima de segundo, que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso en el fútbol. Al final, eres tú contra tu delantero. Es un duelo y debes  ganarlo jugada a jugada, hasta que se rinda y le saques del partido… o él te saque a ti.

Por desgracia, ese estado ideal de concentración no es fácil de conseguir y, desde luego, no se alcanza tan solo deseándolo, ni tampoco repitiendo una y otra vez “tenemos que estar más concentrados”. Puedo confirmar que tampoco funciona nombrar a los antepasados de tal o cual jugador para que esté más atento.

Saber cómo eres, cómo te comportas, qué piensas, qué es lo que realmente quieres o conocer a dónde se va tu mente cuando se despista, resulta fundamental para aprender a mantener la concentración. Podríamos decir que el  autoconocimiento es básico para controlar la atención manteniendo  la mente limpia de parásitos mentales e imágenes negativas y centrándose en el desarrollo eficaz de su tarea. Eso, también es un entrenamiento.

Hoy visita San Mamés un ilustre del fútbol, José Antonio Camacho, que haciendo bandera del rigor defensivo, alcanzó los mayores éxitos y reconocimientos como futbolista. Una leyenda y quizá uno de los defensas más ejemplares que yo haya visto, comparable, por ejemplo, a Puyol. Tuve el privilegio de tenerle como entrenador y todavía recuerdo, las pocas veces que le tocaba entrar, cómo rascaba en los rondos. Lo dicho, una actitud.  

Imanol Ibarrondo

Nota: post publicado como artículo en el periódico DEIA con fecha 28 de noviembre

Me da alas

17 noviembre, 2010

Si hubiera que contar una historia esta semana para definir la Plenitud sería, sin duda, la que ha acabado con Vettel como campeón del mundo de F1 y con su escudería, Red Bull, con el título de constructores. Un equipo nuevo, sin vicios, sin intrigas, sin trampas, haciendo de la deportividad una bandera y una forma de vida. Creo que la marca Red Bull ha ganado más con la manera en que lo ha conquistado que con todas las campañas de publicidad y marketing que pudiera inventarse.

Les han insultado, les han querido humillar, les han dicho que no saben de qué va ésto, que iban de farol, que todo era una pose y que al final, como todos, harían trampas, se saltarían las reglas y habría órdenes de equipo. La única duda consistía en saber si iban a disimular.

Han estado semanas soportando todo tipo de críticas, mientras defendían públicamente su respeto a las reglas y a sus dos pilotos.

Dicen que la Plenitud es un acto radical. Hace falta mucho valor para atreverse a actuar conforme a unos valores que definen lo que eres, que forman parte de tí y que constituyen tu esencia como persona o como equipo. Me puedo imaginar cómo pueden sentirse hoy todos los integrantes de Red Bull, desde los dueños, hasta el último mecánico. Es muy posible que todavía estén levitando (para ellos es fácil  😛 ).

La satisfacción y el enorme orgullo de pertenecer a un equipo campeón que respeta los valores de deporte y que está conectado a ellos hasta el final, quizá sea lo máximo a lo que pueden aspirar un deportista y un equipo.

Ganar es una cosa y sentirse pleno es otra que puede ser bien distinta.

Es emocionante presenciar cómo en el máximo nivel, donde la cantidad de dinero, intereses y presión es descomunal, todavía existen personas y equipos que son capaces de vivir y actuar tan enchufados a los valores esnciales del deporte.

Hasta ahora, nunca he comprado una lata de Red Bull, pero os aseguro que hoy mismo me beberé uno con agrado. Lo haré con calma, disfrutando de la satisfación de colaborar, aunque sea un poco, con un equipo tan ejemplar. A ver si se me pega algo.

Imanol Ibarrondo