Hace un par de semanas, viendo la final del Open USA, pude comprobar de nuevo hasta qué punto se agranda la figura de Rafa Nadal en las situaciones más desfavorables. Donde la inmensa mayoría de los deportistas negociaría una rendición honorable con su rival, él es capaz, justo ahí, de demostrar una determinación incomparable, arriesgando, creciéndose y superando sus límites, una y otra vez, hasta convertirse en la leyenda que ya es.
¿Cómo puede hacerlo?, ¿de dónde sale esa determinación?, ¿de dónde viene ese valor para arriesgar?, ¿por qué los deportistas tienen miedo a ganar?, ¿qué es y de dónde viene la presión?, ¿unos tienen deseos de ganar y otros no?, ¿se puede aprender?, ¿y mejorar? …
Revisando el muy recomendable libro de Timothy Gallwey (El juego interior del tenis), he llegado a la conclusión de que Rafa Nadal ha descubierto el sentido auténtico de la competición, que detalla el referido autor.És muy consciente de que tanto en la victoria como en la derrota, no está en juego para nada su valía como persona. No es rehén de esa creencia tan limitante para un deportista, bajo cuya perspectiva, lo que eres, depende de tus resultados, de forma que, solamente siendo el mejor, solo ganando, crees que encontrarás el respeto y el amor que buscas.
Así, se desesperan cuando pierden… no tanto por la derrota en sí, sino por la identificación que hacen entre la derrota y su identidad. Si pierdo, no soy suficientemente bueno y no soy merecedor del reconocimiento de los demás. Demoledor. Una creencia, extendida al máximo en el deporte e instalada en nuestro disco duro desde la más tierna infancia, desde esos días en que llegabas a casa después de un partido y la primera pregunta era…. ¿qué has hecho?… Ganar ya comenzaba a ser lo más importante.
Por eso, a veces, en el momento decisivo, en el último punto, en el partido clave, en ese penalti, en el tiro libre definitivo… se apodera de ti el miedo a ganar,porque consideras, desde esta perspectiva absolutamente inconsciente, que levas a infligir al contrario el mismo daño y dolor que la derrota te produce a ti… y te sientes culpable… y fallas. No es un pensamiento consciente, pero está ahí, y desde el fondo de tu mente, domina ese instante. No es el miedo a perder, sino el miedo a ganar lo que te bloquea en ese momento decisivo. No es la oscuridad sino la luz lo que nos paraliza.
Rafa ‘Determinator’ Nadal, en este sentido, pertenece a otra especie. No hay más que escuchar sus declaraciones tras las victorias, el respeto exquisito que muestra hacia sus rivales, los sinceros reconocimientos que les regala e, incluso, los agradecimientos que les dirige, para entender que su inquebrantable deseo de ganar viene de otro sitio.
Él entiende que ganar es, sencillamente, superar obstáculos para alcanzar un objetivo. Desde ahí, su percepción de los rivales y de la competición es la de personas que cooperan con él para ayudarle a alcanzarlo. Cuanto mejores son sus oponentes, más le ayudan. Gracias a ellos,consigue mejorar cada día, superando sus límites y convirtiéndose en el mejor jugador de tenis que podría llegar ser. Sabe que ambos se necesitan para crecer. Cooperan y compiten. «Coopiten».
Desde esta sugerente perspectiva (coopetir), Nadal no tiene miedo a ganar y no se le encoge el brazo en el momento caliente del partido. No está destrozando a nadie, ni perdiéndole el respeto, sabe que no se está poniendo en duda la valía personal de su adversario, ni la suya. Bajo esta creencia potenciadora, nadie es derrotado. Ambos competidores se benefician del esfuerzo realizado para superar la resistencia del rival. Los dos jugadores se hacen más fuertes y cada uno participa en el desarrollo y crecimiento del otro.
Visto de esta forma, Nadal le hace un favor a cada uno de su rivales esforzándose al máximo y obligándole a su vez a dar lo mejor que tenga. Eso es lo que espera él de sus rivales y, quizá por eso, se lo agradece públicamente en las grandes finales.
El objetivo es ganar, pero el secreto es no preocuparse por el resultado final, algo que realmente escapa a tu control y genera grandes dosis de ansiedad, sino en centrar toda tu energía y atención en cada punto y en cada jugada. Hacer el máximo esfuerzo para estar presente y plenamente consciente en cada acción. Ese es el auténtico reto; superar cada obstáculo, mejorar y crecer en cada jugada, en cada punto y en cada partido. La victoria es solamente el resultado natural de este proceso.
Quienes confunden su Identidad, su yo auténtico y verdadero, con las victorias, resultados, logros o habilidades, ignoran el increíble e inconmensurable valor de cada ser humano. Quienes compiten solamente impulsados por esta creencia están poseídos por una afán de triunfo desmedido que eclipsa todo lo demás. Su discurso es repetitivo y reconocible;soy un ganador nato, ganar es lo único importante, la historia no recuerda los perdedores…. La tragedia para estas personas es que, aunque en ocasiones alcancen el efímero éxito de la victoria, no encontrarán ahí la plenitud, la serenidad, el respeto y el amor que buscan desesperadamente.
Ellos persiguen la Gloria, pero la Gloria no se busca, se encuentra, transitando por un sendero sin atajos, un camino reservado para aquellos valientes que se atreven a conectar con su mejor versión e inspiran a los demás con su ejemplo, dejando una huella indeleble en el recuerdo y en los corazones de las personas que les admiramos por su coraje.
Sin duda, el coaching es una potente herramienta y una apasionante disciplina al servicio de los deportistas y entrenadores para conectar con el sentido verdadero de la competición, para despertar a su ‘Determinator’ y para comenzar a descubrir su verdadera identidad, de manera que, nunca más, ganar o perder un partido, ponga en duda su incalculable valor como persona, porque eso es, sencillamente, Tierra Sagrada.
Imanol Ibarrondo